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August 30, 2023 |Alburquerque, Philippines
Se escapa humo de una cabaña frente a los manglares de Alburquerque, en la isla filipina de Bohol. El agradable olor a madera, coco y sal ardiendo a fuego lento indica que ha comenzado la elaboración de sal artesanal.
El proceso, que se ha transmitido de generación en generación, da como resultado un producto conocido como asin tibuok. Se trata de un trozo de sal ovalado compactado en un molde de arcilla que ha sido parcialmente roto por el intenso calor del fuego. El asin tibuok sólo se produce en esta pequeña ciudad costera de unos 11.000 habitantes.
Una codiciada sal artesanal elaborada sólo en una ciudad costera filipina estaba a punto de perderse en la historia. Los productores de sal locales han persistido en revivir esta antigua tradición.
“Durante los próximos días nos turnaremos para poder vigilar el fuego las 24 horas del día”, dice Néstor Manongas, cuya familia es uno de los últimos productores de sal que quedan.
Su primer envío a Estados Unidos fue de 1.200 piezas, cuya producción tardó un año entero. La popularidad de la sal en todo el mundo ha crecido y, con ella, el interés por preservar esta artesanía que requiere mucha mano de obra.
“Estábamos decididos a darle una nueva vida”, dice Crisologo Manongas, hermano de Néstor.
Se escapa humo de una cabaña frente a los manglares de Alburquerque, en la isla filipina de Bohol. El agradable olor a madera, coco y sal ardiendo a fuego lento indica que ha comenzado la elaboración de sal artesanal.
El proceso, que se ha transmitido de generación en generación, da como resultado un producto conocido como asin tibuok. Se trata de un trozo de sal ovalado compactado en un molde de arcilla que ha sido parcialmente roto por el intenso calor del fuego. El asin tibuok sólo se produce en esta pequeña ciudad costera de unos 11.000 habitantes.
“Durante los próximos días nos turnaremos para poder vigilar el fuego las 24 horas del día”, dice Néstor Manongas, que mantiene la vista fija en el montón de leña ardiendo en el centro de la cabaña. “Tendremos que estar echando agua de mar para evitar que se encienda la llama y que las cáscaras de coco se consuman lentamente”, dice. "No podemos distraernos porque el proceso podría arruinarse".
Una codiciada sal artesanal elaborada sólo en una ciudad costera filipina estaba a punto de perderse en la historia. Los productores de sal locales han persistido en revivir esta antigua tradición.
Esta combustión controlada dará como resultado gasang, una ceniza altamente concentrada en sal, que luego se coloca en un tanque en forma de embudo hecho de bambú, donde la sal se filtra de las cenizas vertiendo más agua de mar. La salmuera resultante, llamada tasik, se utilizará para cocinar los trozos de asin tibuok.
Manongas es uno de los últimos productores de esta sal que quedan. Pero gracias a la determinación de su familia, este antiguo oficio, que había caído en el olvido, ha resucitado.
“A pesar de todo, seguimos adelante porque estábamos decididos a darle una nueva vida”, dice Crisologo Manongas, hermano de Néstor. Recuerda cómo, poco a poco, el asin tibuok se fue dando a conocer, los estudiantes universitarios lo convirtieron en objeto de sus investigaciones, los chefs de Manila lo descubrieron, se realizaron documentales y, en 2017, un empresario filipino americano afincado en California decidió importar el producto a los Estados Unidos. “El resto es historia”, dice Crisologo.
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Su primer envío a Estados Unidos fue de 1.200 piezas, cuya producción les llevó un año entero. La popularidad de la sal en todo el mundo ha crecido y, con ella, el interés por preservar esta artesanía que requiere mucha mano de obra.
El rostro de Néstor muestra su cansancio después de haber pasado la primera noche despierto supervisando el incendio. "No es un trabajo para gente vaga", afirma.
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